jueves, 15 de noviembre de 2012

Crisis europea I: Democracia en apuros


No hacía falta que apareciera una grieta en el hemiciclo del Parlamento Europeo en Bruselas para constatar el deterioro que atraviesa la democracia en la UE. La crisis del euro está resultando ser un test de vida o muerte, no solo para los ciudadanos, en serios apuros, sino también para unas instituciones europeas que no funcionan para responder a sus demandas.
Los ciudadanos europeos perciben cada vez con mayor impotencia que los gobernantes que eligen en sus países tienen menos poder sobre los asuntos que afectan a su bienestar. En el sur de Europa este problema es particularmente agudo. Nos hemos acostumbrado a que decisiones providenciales sobre nuestro futuro las tomen líderes a los que no hemos elegido y sobre los que no tenemos control alguno.
Los portugueses llenaban las calles de Lisboa para recibir a la Canciller alemana este Lunes, bajo una pancarta con un mensaje explícito en este sentido: "Merkel no manda aquí". Mientras las decisiones que se toman en Bruselas, Berlín o Frankfort son cada vez más importantes para nosotros, no tenemos mecanismos para asegurarnos de que esos líderes trabajan en el interés de la mayoría de nosotros.
Desde el estallido de la crisis financiera en 2008 los gobiernos democráticos libran un pulso contra los mercados. Un pulso que ha hecho emerger algunas debilidades fundamentales en la gobernanza de nuestra joven unión monetaria. Un pulso que nos ha obligado a acelerar el inevitable traspaso de soberanía económica a Bruselas.
Hemos construido algunos mecanismos comunes para asegurarnos que nuestras economías y sistemas financieros caminan en la misma dirección. Nos hemos equipado con mejores instrumentos comunes para la prevención y resolución de crisis financieras. Sin embargo, hasta el momento, ese proceso no se ha visto correspondido con un traspaso de soberanía política a las instituciones europeas.
En tiempos de bonanza este fenómeno no parecía un problema, pero al llegar la crisis se ha hecho evidente que los ciudadanos deben tener el control democrático de quienes gobiernan. Si no es así, como sucede hoy en Europa, el resultado es una enorme frustración que se traduce en un creciente euroescepticismo. De manera gráfica, Irlanda, Portugal o Grecia, tres países que tradicionalmente se encontraban entre los más pro-europeos, ahora encabezan la lista de los más euroescépticos. ¿Por qué ese creciente euroescepticismo?
La democracia representativa en el estado-nación ofrece mecanismos a los ciudadanos para cambiar las cosas a través de su voto. Por otro lado los gobernantes tienen a su disposición todos los instrumentos necesarios (política fiscal, monetaria, etc) para corresponder a las demandas domésticas de sus ciudadanos.
El Reino Unido, por ejemplo, puede utilizar la política monetaria de una forma más flexible para responder a las necesidades comunes de su población y mantener vivo el contrato social en un momento de crisis. Esta cualidad la hemos perdido en la Eurozona y debemos reaccionar antes de que sea demasiado tarde.
Existen dos opciones. Retroceder al Estado-Nación en donde existen mecanismos democráticos para mantener el contrato-social a nivel domestico o avanzar en la construcción política de Europa. Nosotros creemos que sólo una fuerte democracia a nivel europeo puede frenar la desarticulación política y social que vivimos. La UE puede ser el mejor paraguas para hacer frente a los retos a los que nos enfrentamos los ciudadanos de nuestro tiempo, pero necesita reinventarse políticamente. La estación intermedia en la que nos encontramos es insostenible.


Carlos Carnicero Urabayen
Antonio Roldán Monés

martes, 9 de octubre de 2012

Un futuro federal

Llevamos unos meses viendo como las reivindicaciones por la independencia de Cataluña y de Euskadi, se han adueñado del debate político, en concreto, desde que tuvo lugar la multitudinaria manifestación de La Diada.    
La inestabilidad que hoy vivimos, a mi juicio, no se debe única y exclusivamente a la avalancha soberanista que se ha levantado tanto en Cataluña como en Euskadi, sino que también ha contribuido de forma importante la posición recentralizadora (en ocasiones, muy cercana al nacionalismo español) que ha llegado a originar un sentimiento de odio visceral hacia determinados territorios del país. Son dos planteamientos que en este momento se encuentran muy fortalecidos por el apoyo político que están recibiendo: los nacionalismos periféricos defendidos por partidos con representación en parlamentos autonómicos y en el Parlamento español, como es caso de CiU, PNV, ERC y BILDU/AMAIUR, y que según las encuestas obtendrán un buena representación en las próximas elecciones al parlamento vasco y catalán. Y el otro posicionamiento, aquel que es amparado por el sector más radical del Partido Popular, como es el caso de Esperanza Aguirre, la cual apostó hace unos meses por la recentralización del estado, siendo ella hasta hace unas pocas semanas, presidenta de una comunidad autónoma.


Por todo ello creo que ha llegado el momento de plantearse un nuevo modelo de organización territorial, el federalismo.

A pesar de que va aumentando poco a poco el porcentaje de personas que se posicionan a favor del federalismo, hay también una resaltable oposición a este, precisamente surgida desde dos polos opuestos. Por una parte, el españolismo centralista que ve en el federalismo, una amenaza destructora para la unidad inquebrantable de la nación española, y por otra, los nacionalismo periféricos que contemplan al modelo federal, como una forma territorial que se queda bastante corta con sus aspiraciones independentistas.

El federalismo es la herramienta más acertada para acoger las singularidades y diferencias que pueden existir y existen entre las regiones de un país como es el caso de España, y que frente a los planteamientos que ven como un lastre la diversidad (lengua, costumbres, tradiciones), yo por el contrario lo veo como riqueza cultural que debe ser conservada.
Durante la Transición se intentó descentralizar todo lo posible el estado español, pero no se llegó a un grado de federalismo total, ya que la derecha más representativa en aquel momento (Alianza Popular) se posicionó radicalmente en contra de esta propuesta, así como también del estado de las autonomías, el cual finalmente quedo pactado como forma de organización territorial.

Cierto es que el estado de las autonomías tiene muchos matices característicos del modelo federal. Aun así hay que avanzar en muchos más aspectos, como la necesidad de reformar el papel del Senado, para que este se convierta en una verdadera cámara de representación territorial. También creo de importante relevancia, profundizar en el aumento del grado de autogobierno de las comunidades autónomas, haciendo que las competencias de estas sean cada vez mayores en sus territorios correspondientes (por ejemplo: no es normal que en lo referido a infraestructuras, la mayor parte sea competencia del gobierno central como ocurre actualmente en España).

Suponiendo que alcancemos un estructura basada en el marco federal, también será necesario decidir el tipo de federalismo: federalismo asimétrico o por el contrario el federalismo simétrico. Personalmente, yo soy favorable al simétrico, ya que considero que las responsabilidades que adquieran los estados federados deben ser las mismas y en la misma cuantía, frente a la diferencia entre los estados que concedería el federalismo asimétrico, y que a mi juicio, podría llegar a desembocar en una cierta insolidaridad, influyendo de forma negativa entre la ciudadanía de las distintas regiones.

Quizás es un poco precipitado plantearse el tipo de federalismo, cuando ni siquiera podemos asegurar si tendremos este modelo estructural. Pero aunque a priori parezca una aspiración muy lejana, como he indicado antes cada vez es mayor el porcentaje de personas favorables a este modelo de estado. Para que sea aún mayor, los partidos federalistas deben implicarse más en este aspecto. El PSOE, un partido que está organizado en federaciones, durante un tiempo dejó de lado sus aspiraciones federalistas –al margen del PSC que siempre las tuvo en cuenta-, pero parece que las está recuperando. Cada vez son más los posicionamiento a favor de dirigentes socialistas, como Tomás Gómez, José Antonio Griñan, el Lendakari Patxi López o incluso ya el propio secretario general, Pérez Rubalcaba, que al principio parecía estar un poco distanciado de esta forma territorial. También hay otras formaciones políticas que se reclaman pro-federalistas, y que ellos solos, con sus propuestas se contradicen. Hablo de partidos como UPyD o Ciutadans que defienden un federalismo llamado por ellos “cooperativo”, mientras que se posicionan a favor de que el gobierno central recupere competencias (sanidad y educación) de las actuales comunidades autónomas, unas proposiciones totalmente contrapuestas con este modelo.


Creo firmemente que se debe avanzar en el camino que hace tres décadas comenzamos con el estado de las autonomías, debemos reconocer que España es un país con destacables singularidades, y estas deben ser vistas como fuente de una gran riqueza que debe ser conservada.

Por todo ello, esa es la España unida, pero también plural y diversa que debemos seguir construyendo, basada en un modelo descentralizado y de solidaridad entre sus territorios.                                                                            

    
               Luis López

miércoles, 5 de septiembre de 2012

PENSAMIENTOS VERANIEGOS


            Este verano ha sido muy duro, lo que empezó siendo una crisis financiera se ha convertido finalmente en una de las mayores crisis sociales de los últimos tiempos. Recortes, resurgir de nacionalismos de muy diversa índole y el oportunismo político han saltado a la palestra. Con este pequeño escrito quiero compartir con vosotros lo que empezó siendo una simple curiosidad por mi parte, y es tratar de saber que espera mi entorno (amigos, familiares, conocidos y algún desconocido) de los políticos y, en especial, de un partido de izquierdas. Por todo ello, me gustaría señalar que no pretendo alcanzar una visión objetiva, pero creo que sí se puede adaptar medianamente a la realidad.

            La primera idea que salta es la de desconfianza y desánimo, puedo decir que la gente no tiene confianza en la política. Como dice un compañero, cuando a la gente no se le cuanta la verdad, se siente estafada y, por tanto, se desengaña. Se ve a los políticos como personas que buscan el beneficio propio y no el de la comunidad y esta idea conlleva otra idea que está muy de moda: todos los políticos son iguales. Yo creo que estas premisas son muy peligrosas, pueden derivar en populismos (como es el caso de UPyD o el partido de Mario Conde) y, por tanto, en un detrimento de la calidad democrática.

            La segunda idea surge al hilo de la anterior y es que en España hay demasiados políticos. De esta afirmación tan manida últimamente me gustaría hacer tres comentarios:

1.     . 1. Bajo mi punto de vista, en este país hay muy pocos políticos. A mí me gustaría que fuera una democracia con 47 millones de políticos y no 400.000. La democracia debe ser activa, con un control de las instituciones públicas efectivo por parte de los ciudadanos y con un interés por parte de estos. Lo público, lo de todos, debe ser sentido como algo propio y no como algo del gobernante de turno.

2.    2. Todas las instituciones y organismos públicos deben ser abiertas, transparentes y con un alto grado de explicación. Todos los ciudadanos deben conocer a qué se dedican sus instituciones y porqué, para ello se debe exigir un aumento de comparecencias públicas. Siempre he creído que si explicas una decisión con veracidad y sentido pedagógico, la ciudadanía podrá entenderlo y llegar a aceptarlo, es decir, tratar a la gente como “mayor de edad”.

3.      3. La Tecnocratización de la política. En los últimos años, la política ha cedido ante una gestión empresarial de los Estados, ganado esta idea muchos adeptos. Bajo mi punto de vista, un ayuntamiento o un país no puede gestionarse como una empresa, o una familia. Un Estado no debe buscar el beneficio propio, sino el bien y porvenir de sus ciudadanos, bajo una base de igualdad sobre cualquier otra premisa.

La tercera gran idea es la crisis del modelo de Estado, es decir, existe una corriente centralizadora en pos de las Autonomías. Estas pasan a convertirse en las culpables de todos los males, y por tanto, a ser atacadas por un nacionalismo español que despierta las fobias de los nacionalismos periféricos. Por otro lado, encontramos el descrédito de la Unión Europea y de sus políticas (siendo algunas de ellas francamente erróneas). Yo creo en un Estado autonómico, incluso en uno federal, por dos razones fundamentalmente. La primera es que el poder se sitúa más cerca de los ciudadanos. De este modo, podrá satisfacer de mejor manera sus anhelos y necesidades. Y la otra, es que la calidad democrática es mayor. Los ciudadanos tienen un mayor acceso a los gobernantes y estos se sienten más “presionados”. Al estar el poder diversificado, se disminuyen los riesgos dictatoriales y populistas. De la misma forma, creo fervientemente en una Europa unida, símbolo y guardiana de la paz, pero esta unión no debe quedarse solamente en lo económico, sino que debe adentrarse sin complejos en una verdadera unión política y social que conlleve la formación de un Europa Federal.

Para finalizar, me gustaría señalar lo que, a título personal, espero del PSOE en los próximos tiempos. En primer lugar, debe ser un partido lo más democrático posible, en el que convivan tendencias y no un pensamiento único, en el que la distancia entre los militantes y los cuadros sea pequeña y, principalmente, en el que el debate interno (pero público) sea la principal seña de identidad. Desde luego, esta democracia interna será inexistente, si no se eligen a los secretarios generales y candidatos mediante voto de todos los militantes. Otro aspecto básico debe ser la ejemplaridad en todos los ámbitos, no se puede exigir nada a nadie, si tú mismo no lo estás haciendo. Esta ejemplaridad rigurosa debe ser el principal cimiento sobre el que debe asentarse nuestra organización. También espero que sea capaz de entender todas las demandas sociales, algunas de las cuales se han ido mencionando anteriormente, pero que no se deje arrastrar por ellas. Y por supuesto, ser un partido europeísta, que defienda y participe de primera mano en el proyecto europeo.

Los próximos años serán años duros, de cambios y de luchas, pero espero que lo sean también de diálogo y de pacto. Yo os animo a todos y a todas a ser protagonistas, a que defendáis vuestros principios y a que soñéis por un futuro que todavía no ha sido escrito.

Javier de las Heras Molina

sábado, 19 de mayo de 2012

FRANÇOIS HOLLANDE: EL FUTURO DE LA SOCIALDEMOCRACIA EUROPEA

El triunfo de François Hollande en las Elecciones Presidenciales del pasado 6 de mayo abre un nuevo periodo político en Francia, que también influira en el conjunto de la UE. 

Los próximos cuatro años que le esperan a la República francesa bajo la presidencia de Hollande, evidenciarán qué otra política económica es posible, que Europa no está condenada a la austeridad por encima de todo mientras el Estado del Bienestar se  deteriora. En definitiva, que hay una alternativa al modelo Merkel; al modelo neoliberal que la derecha europea está aplicando en los países donde gobiernan, poniendo en riesgo los pilares básicos del Estado del bienestar. Hay una alternativa socialdemócrata, en el que se puede combinar el crecimiento económico, preservando la igualdad de oportunidades, y en el que no haya que resignarse a la mera austeridad en detrimento de los derechos sociales para salir de la crisis.

Estos años atrás hemos podido observar  cómo el neoliberalismo se volvía a fortalecer cada vez más permitiendo la situación de desregularización de los mercados que hoy vivimos; y cómo los partidos conservadores ganaban las elecciones en distintos países de la UE. Es más, el ya Ex-Presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, asumió la refundación del capitalismo, presentándolo como el único modelo posible de progreso y crecimiento económico.

Hasta hace unos meses, muchos analistas políticos catalogaban de adversa la situación que vivía la izquierda europea y en concreto los partidos socialdemócratas; sin embargo, tras el triunfo de Hollande parece ser que esas percepciones han cambiado. Pero la pregunta es: ¿Puede la socialdemocracia volver a ser la ideología destacada en Europa? Todo ello depende de cómo vayan a ser los próximos meses de Europa con el contrapeso que va a suponer Hollande frente a  la política económica impuesta  por la Canciller alemana.

A mi modo de ver,  y a pesar de la situación que viven algunos partidos socialdemócratas como el PSOE en España, el Partido Socialista en Portugal o el PASOK en Grecia, se está produciendo de forma gradual un giro ideológico en los países de la Unión Europea: hace un año el Partido Socialdemócrata de Dinamarca ganó las elecciones parlamentarias, y también es el caso del resultado obtenido por el Partido Laborista en las elecciones municipales británicas, o el del Partido Socialdemócrata  Alemán en las elecciones legislativas en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia hace tan solo unas semanas. Todo ello puede ser el antecedente a un triunfo socialdemócrata en distintos países europeos.

Para conseguir ese éxito, ahora toca elaborar un discurso socialdemócrata y europeísta , fuerte, defendido por François Hollande a la cabeza, y trabajar por una Europa cada vez más unida y diversa, abanderando el  fortalecimiento del Estado del Bienestar y las conquistas sociales como seña de identidad de la izquierda europea.


      Luis López

       

viernes, 18 de mayo de 2012

LO QUE DEBEMOS APRENDER DE GRECIA


Este artículo podría haberse titulado perfectamente La tragedia griega o El fantasma griego, pero creo que es mejor sacar algunas enseñanzas de lo que está sucediendo en el país heleno.

En los últimos meses, Grecia nos ha mostrado que por mucho que pertenezcamos a Europa, al primer mundo, no estamos a salvo de los retrocesos sociales y del fin del estado del bienestar que tanto costó conseguir. De aquí debemos aprender a valorar lo importantes y valiosas que son para una sociedad las políticas de protección social. Por ello, en estos tiempos difíciles, las políticas sociales deberían ser una prioridad y no un incordio molesto para las cuentas públicas.

Otro elemento que debemos tener muy seriamente en cuenta es la entrada en el juego político de partidos ultra, que ganan poder entre los ciudadanos con un mensaje que recuerda a lo peor de la historia europea de los últimos tiempos. Bajo mi punto de vista, este es unos de los signos más peligrosos del actual panorama griego, ya que estos grupos atacan y tratan de destruir las principales características de Europa: el multiculturalismo y la solidaridad entre estados.

Por último, me gustaría hacer referencia al recorte democrático que supuso la entrada de un gobierno tecnócrata, elegido a espaldas del pueblo griego. Con ello queda claro que la actual crisis griega, no lo es solamente en lo económico, sino que también afecta a lo social y lo político.

A través de estos tres casos quiero mostrar que Grecia no es solo un problema que nos puede arrastrar al abismo, sino que debe servir de enseñanza a toda Europa de los grandes retrocesos que podemos sufrir si los problemas se afrontan de manera errónea.

    Javier de las Heras

viernes, 30 de marzo de 2012

¿Por qué la reforma laboral no creará empleo?

El pasado jueves 29 de Mayo los sindicatos convocaron una huelga general con motivo de la reforma laboral aprobada por el Gobierno de Rajoy. Al margen del resultado y las consecuencias de la huelga, que desde mi punto de vista fue un éxito, quiero explicar por qué esta reforma laboral no va a generar empleo ni a mejorar el rumbo general de la economía española. El asunto es importante, porque los defensores de la reforma laboral pretenden que nos creamos que gracias a ella el paro se irá reduciendo, de manera que no podemos quejarnos de la pérdida de nuestros derechos, ya que según nos dicen, esos mismos derechos son lo que nos impide encontrar un empleo. Sin embargo, hay que aclarar que tal argumento es absolutamente falso. No es cierto que renunciando a nuestros derechos vayamos a salir de la crisis económica y a encontrar trabajo, tampoco es justo que sean los trabajadores los que asuman el coste de la crisis (no la hemos generado nosotros), así que tampoco es posible apoyar esta reforma laboral si lo que buscamos es salir de la crisis y mantener la justicia y la equidad en las relaciones laborales.

Lo primero que hay que explicar son los factores que determinan el nivel de empleo de la economía. Es decir, de qué variables depende que los empresarios quieran mantener un número mayor o menor de trabajadores contratados. La respuesta es muy fácil: el volumen de empleo de una empresa vendrá determinado por la producción total de bienes y servicios de esa empresa. Por lo tanto, el volumen de empleo total de la economía vendrá determinado por la producción total de bienes y servicios de la economía (lo que se conoce como Producto Interior Bruto o PIB). A partir de aquí, la pregunta que debemos hacernos para saber si la reforma laboral ayudará a incrementar el volumen de empleo es la siguiente: ¿los empresarios van a producir más, gracias a la reforma laboral?.

En un primer momento, podemos pensar que sí, ya que como es obvio, la reforma supone una importante reducción de costes para las empresas, de tal manera que a los empresarios les saldrá más barato que antes producir bienes y servicios, así que en consecuencia decidirán producir más, y para ello deberán contratar más trabajadores. Fijémonos que este argumento es atractivo pero en el fondo no es más que una simple falacia: el argumento nos dice que los empresarios decidirán producir más que antes, debido a que producir será más barato. Sin embargo, ignora completamente que los empresarios producen bienes y servicios para venderlos después... Por lo tanto, por muy barato que sea producir, si no consiguen vender la producción adicional, no producirán más, aunque sea más barato. El error del argumento consiste en suponer que una reducción generalizada de costes hará que los empresarios decidan producir más, sin tener en cuenta que los empresarios tan solo producirán más si pueden vender esa producción adicional en el mercado, algo que sin duda no ocurrirá, porque el consumo de los trabajadores (con más miedo ahora a ser despedidos) se reducirá, así como el gasto público (debido a la obsesión de atajar el déficit de la noche a la mañana) y la inversión empresarial (debido a las malas expectativas económicas para el futuro).

En el párrafo anterior queda claramente desmontada la falacia neoliberal que afirma que para crear empleo debemos reducir los salarios, etc... Sin embargo, es posible que al explicársela a la gente, nos contesten con otra falacia, que es la siguiente: “si se reducen los costes de producción, las empresas podrán reducir sus precios, y así conseguirán vender la producción adicional, por lo tanto una reforma laboral que reduzca los costes, hará que los empresarios estén dispuestos a producir más”. Esto no es más que otra falacia, que sin embargo parece puro sentido común y convence mucho a la gente. Primero, hay que aclarar que no hay absolutamente nada que nos garantice que una reducción generalizada de los costes se traslade necesariamente a los precios. Segundo, no es cierto (aunque parezca que sí) que una caída generalizada de precios incremente necesariamente el nivel de ventas de las empresas. La primera afirmación es obvia y no hay que explicarla, los empresarios no reducirán los precios si no les conviene a ellos, y no hay nada que garantice que una caída de costes les haga reducir precios (en Grecia los salarios bajan y los precios suben sin problema). La segunda afirmación es más complicada de entender, ya que parece de sentido común que si los precios bajan, la gente compra más. Sin embargo, esto realmente solo ocurre a nivel de una empresa individual, es decir, está claro que si una empresa baja sus precios venderá más, pero sin embargo no es cierto que si todas las empresas bajan los precios, todas ellas venderán más, por una cuestión muy simple: cuando bajan los precios, los consumidores pueden comprar más cosas que antes, pero al mismo tiempo ¡¡los vendedores podrán comprar menos cosas que antes!!, por lo que a nivel global, el poder de compra del conjunto de la sociedad permanecerá inalterado. Es por eso que una caída global de precios no tiene por qué suponer un incremento global de la ventas, aunque a nivel de empresa individual ocurra lo contrario. Pero hay más, una caída del nivel de precios incrementa el valor real de las deudas, ya que si yo tengo que pagar 100 euros el año que viene (porque tengo una deuda), esos 100 euros serán más significativos si dentro de un año los precios han bajado. En consecuencia, una caída generalizada de precios, al incrementar el valor real de las deudas, reduce las nuevas inversiones de las empresas, así como la compra de viviendas por parte de las familias, ya que los préstamos se encarecerán en términos de poder adquisitivo. Y continuamos, es posible que nos digan que una reducción de precios mejora la competitividad y ello nos hará exportar más e importar menos (algo cierto), sin embargo también es cierto que se incrementa el valor real de las importaciones, por lo que no hay nada que garantice que se reduzca el déficit exterior de España. Por ejemplo, si nosotros antes importábamos un producto que costaba 100 euros, para nivelar el saldo exterior teníamos que exportar otro producto que costase 100 euros. Si ahora nuestros precios bajan a 50 euros, para importar algo que nos cueste 100 euros, tendremos que exportar dos productos en vez de uno si queremos igualar el saldo exterior. En consecuencia no hay nada que garantice que bajar precios mejore nuestro déficit exterior.

La conclusión de todo lo anterior es que la reforma laboral no creará empleo, ya que no incrementará el nivel de ventas de las empresas, y en consecuencia, por muy barato que sea producir, los empresarios no decidirán producir más, por la simple cuestión de que no sirve de nada producir algo que después no vas a poder vender. Por ello, la reforma laboral es una pérdida gratuita de derechos para los trabajadores, que no ganamos nada, solo perdemos nuestros derechos sin ninguna contraprestación. Por ello es lógico y positivo que todos los trabajadores sigan luchando para parar esta reforma laboral ineficaz e injusta, que solo gusta a los de siempre y perjudica a los de siempre.



Eduardo de A.